Hay cosas que, cuando los ojos logran verlas, ya no podrán omitirse nunca más. Son verdades que duelen. Son conocimientos profundos que dilatan la vista hacia una observación distinta. Cuando se acaba la oscuridad de la sapiencia, comienzan las sombras de la racionalidad. Esa que se dejan entrever en el trasfondo de una sonrisa.
La ignorancia, no suele ser buena; pero ver más
allá –todo el tiempo- tampoco es sano. A veces, es mejor no saber. Es más
práctico. Quizás, la felicidad verdadera se trama en el desconocimiento de la
realidad que te rodea. Insisto, la ignorancia no suele ser buena, pero
¿para qué sirve ver tanto? ¿De qué sirve cuando el conocimiento termina por
generar un proceso sinóptico inacabable que se trasluce en miedo, socavando lo
más profundo de la simplicidad?
Capaz me he confundido y he vuelto equivalentes
dos términos distintos (¿distantes?). Quizás, la verdadera alegría – esa que da
los cimientos de la felicidad-, se encuentra en poder sumergirse en la
simplicidad. Compleja, simplicidad. He aquí, tal vez, mi error: pensar que lo
simple conlleva cierto grado de ignorancia.
Digo “tal vez” y, sin embargo, se que algo de
verdad encuentro en mi aceración. Es que para poder ser simple es necesario
ignorar ciertas cosas. ¿Cómo hallarse en un camino templado y locuaz, cuando el
conocimiento rea como un pesado yunque? ¿Cómo determinar un accionar
espontaneo, real; cuando en cada movimiento la razón determina que hacer?
“Hay razones que la propia razón nunca entenderá”
Y esas, son las razones del corazón. Son aquellas del instinto. Razón e
instinto son dicotómicas; se relacionan –quizás- dialécticamente. Entonces
¿Cómo es posible verse más allá y ser feliz? Lo único que contrae consigo es
una inmensa soledad. La cual marca el camino de un buen conocimiento: el de uno
mismo. Pero somos humanos, seres sociales por naturaleza… necesitamos ignorar
para conocer algo nuevo y en la simpleza de ese desconocimiento es que florecen
los frutos más maduros del instinto.
Tampoco es que planteo, ni justifico ni apoyo a
esos que alguna vez dijeron que hay personas con “exceso de pensamiento”. Eso es
censura. Yo habla de determinación propia. Decisiones. Actuar por
espontaneidad. Deseo.
Por eso insisto, la felicidad reside en la
simpleza; y actuar simplemente es dejar de lado tanta razón. Es aceptar que hay
cosas que es mejor ignorarlas. Siempre estando al tanto de que “la ignorancia
no suele ser buena”.
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