Después de una entrevista con Rafael Casanova, natural de Rivas, funcionario del Banco Central de Nicaragua, de profesión historiador y de oficio desmitificador, me permití elaborar el perfil del prócer, ése que nos metieron en las escuelas públicas y privadas y que lo festejamos con juras de banderas, palillonas, bandas rítmicas y visitas a la Hacienda San Jacinto, que para estas fechas termina ocupada como balneario patrio en seco. El diccionario de la Academia Española de la Lengua define los requisitos del prócer: “Eminente, elevado, alto”. También: “Persona de la primera distinción o constituida en alta dignidad”. La última acepción: “Cada uno de los individuos que, por derecho propio o nombramiento del rey, formaban, bajo el régimen del Estatuto Real, el estamento a que daban nombre”. La selección de personajes en el Siglo XIX encarna esta definición peninsular. Nos acostumbraron a ver que los próceres son únicamente Miguel de Larreynaga y resto de personajes co...