El tiempo pasa y se vuelve una mochila de responsabilidades.
Se carga sobre ti, el peso de los años, el estrés de los compromisos, el amplio
espectro de las nuevas necesidades que, sin darte cuenta, cada día son más.
Primero comer, luego comer rico. Después un hogar, luego un hogar mejor. Y no
se trata de ser ambicioso, es el simple ciclo de vivir. Es parte de entrar en
la adultez. La necesidad de independizarse y demostrar a tus padres que pudiste
lograrlo.
Buscar trabajo. Trabajar. Soportar la rutina. La soledad en compañía
o, la que es peor, la soledad a secas. Que como el frío, cuando recae en su
humedad, se siente en lo más profundo de los huesos. La noche, la presión, la necesidad… y nada hay. Y la vida que se hace un ciclo
que hasta en el fondo más cambiante, termina por ser rutinaria. ¡Cuan pedante ha
de haber sido el creador para dejarnos en esta tempestuosa realidad!
Los recuerdos atenuando la mente y otra vez la soledad.
Perder de vista el camino. Alejarse del deseo remoto que sustentaba la vida
desde la niñez. La esencia. Desvanecerse en el ser. Perderse en un camino de
sombras, que no iluminan ni la propia sombra y volver a renacer ¿Para qué? Eso me
sigo preguntando el día de hoy: -¿Para
qué? Me pregunto una y otra vez.
Y no es que la vida se haya escapado de mis manos, es que el
sentido nunca estuvo allí. Quizás por nunca aprender seriamente el arte del
amor, o por haberlo dejado partir. Y ya no abrazo materno que sustente tremenda
soledad. Los pelos en la cara crecen, más y más. Los platos se acumulan en la
bacha. Ya ni la guitarra quiere sonar. Una zamba y es no poder olvidar. Una
lagrima en el baile de una fantasía pueblerina que, aunque no lo crea, es una
realidad. Otra lagrima, la de la impunidad del corazón. Esa que rasguña
levemente sin dejar marcas nuevas, son las mismas del ayer. Un sueño
desvanecido, un amor partido, la soledad, desocupación… y responsabilidades.
Compromisos. Y más y más necesidades que realmente no necesito para ser lo que
soy; aunque, sin embargo, las necesito. Ahora. Ya.
Finjo el silencio, simulo la tranquilidad. Aparenta que el volcán
ya hizo erupción y no es verdad; recién ha comenzado. Ahora muestra su cara verdadera: la de un
dolor eterno que no puede sanar. ¡Error! ¡Mi error! ¡Mis miedos, me quitaron
algo tan bello! ¡Mis miedos me tienen sin trabajo! ¿Cuán estúpido he de ser? ¿Cuándo
es que algo ha de cambiar?
La ternura de un beso, alguna beso cobijo mi ineptitud…
disfrazando mis fracasos en virtudes. Pero hoy, sentado solo, extrañando algo
que nunca volverá… solo puedo registrar una vida Cibernética. Un sueño que
viaja por la internet.
Que melodramático es pensar tanto. Mas que todo en esta situación,
donde ser un adulto me es inevitable; donde las responsabilidades supuestamente
han de florecer… y yo….estoy sentado en casa desde hace mas de una semana. Sin
hacer nada. Quieto. Inmóvil como una roca. Inerte como un trozo pesado de
cemento. Cambiar me digo. Renovar el corazón… y la cerveza, lo enternece; lo
llena de lágrimas, otra vez.
¿Esto es la vida? ¿De esto se trata vivir? Rutina, trabajo,
amor. Desempleo, llanura, soledad. ¿Todo para luego repetir la misma historia?
¿o hay algo más? ¿Será dinero? ¿Poder? ¡Nada de eso me importa! Serás lo que
debas ser o no serás nada. ¡San Martin y la reputísimadre que te pario! ¿Sabes qué?
Yo ya no sé ni siquiera si quiero ser.
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