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La libertad en la Comunicación Pública (por Robert White)


La libertad de expresión:




La libertad de expresión en la comunicación pública es el punto de partida de todo debate sobre ética de la comunicación. A menos que haya garantías de que todas las personas en la comunidad pueden hablar sin reparos y libremente en la esfera pública no hay posibilidad de deliberación pública real, y, los temas tales como la veracidad y la responsabilidad, no tiene probabilidad de surgir”.
La libertad hace posible nuestra contribución personal y colectiva al desarrollo de estas comunidades.

En la tradición occidental, la libertad de expresión aparece por primera vez en el año 500 A.C. en el seno del estado Griego, más específicamente en Atenas. Allí encontramos cuidadosamente trabajadas garantías y los procedimientos para la libertad de expresión. Las reformas de Solón y Clisteres progresivamente le proporcionaron mayores derechos de participación a los ciudadanos.

“Si la meta es que cada individuo cargue con la responsabilidad del bienestar de la comunidad, entonces la libertad de expresión era condición sine quanon”


·     La ética de la comunicación
      Es la responsabilidad de usar bien el derecho a hablar de nuestros puntos de vista en una asamblea pública. Este derecho significa que esta admitido decir cualquier cosa que uno desea, sin restricciones. El asunto de la veracidad fue uno de los primeros interrogantes de la democracia griega.


El derecho  como educación para la libertad

Las sociedades con una fuerte ocupación colonial como América Latina, India y África se encuentran gobernadas por una elite post-colonial que disfruta de una concentración enorme de poder socio-político, del prestigio cultural y del control de las redes de comunicación basados en un sistema clientelista de liderazgo y de ideologías que los define como personas inferiores por naturaleza.
Por ejemplo, en Brasil, el 50% de los ellos es de origen africano, pero, hasta hace muy poco, solo el 2% de los estudiantes universitarios son de brasileros de origen africano, después de cuatro siglos en Brasil. En Guatemala se le negó la entrada a un museo a un joven que vestía su atavió indio. En Honduras descubrimos que podíamos medir el poder clientelista de los líderes políticos tradicionales por el número de ahijados que tenían.
      Es por esta clase de situación que Paulo Freire en Brasil, y otros pensadores y educadores de América Latina, sintieron que debían confrontar sus teoría con otra teoría educativa que incluyera el dialogo como proceso de incorporación de los derechos de las personas. La opresión socio-cultural y política hizo de los pobres y marginados un sector de la población que no era humana, eran objetos y esto condujo a estas personas a negar su humanidad en su conciencia interna, como una manera de supervivencia física.

En un proceso dialógico común, se animaban a hablar. Estaban dispuestos a no volver a pensar en su pobreza y en su dependencia con culpa, sino ver que esta dependencia se debía a las estructuras de poder.
         La respuesta no es la destrucción violenta del poder, sino poner a los poderosos en el circulo de dialogo para comenzar a descubrir su humanidad. En este caso el derecho es un proceso de reconocer de manera consiente la propia dignidad humana y la dignidad de los otros, en un proceso de diálogo.




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