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DESCONFÍO DE LOS COPADOS



Hay una terminología popular que encuentro carente de sentido. No es que no tenga una razón lógica, sino que su propia lógica me resulta de lo más insulsa. Y no solo eso,  también me cae algo desagradable. Me refiero a la denominación “Copado”, utilizado en sujetos que –según la perspectiva del enunciador- designan a otros con ese término.
Generalmente esta asignación conceptual se asocia a un concepto vago del individuo en cuestión, puesto que –al menos es lo que la experiencia me indica- a quien han denominado bajo esa rubrica, lo han hecho en base a preceptos externos, superficiales como la vestimenta, el modo de hablar o –quizás- un tipo de actitud espontanea que tuvo en el momento de encuentro con la persona o individuo que se ve y se siente capacitada para decir: “este es un copado”.

Como se verá, todo está asociado al acting de una persona, al desarrollo de lo que esta muestra al mundo, identidad que muchas veces disiente de lo que es su verdadera personalidad como individuo. Es por esta razón que desconfió de los conocidos como “copados, así -como también- siento lastima por los conceptualistas que aplican este banal término. Siento lástima porque quienes lo utilizan asocian la relevancia de una persona en base a preceptos simplistas como lo que puede ser el uso de un simple sombrero “copado”. Lo cual muchas veces se asocia a falta de pensamiento introspectivo, crítico y de profundidad. Quizás, esté relacionado a un desarrollo paupérrimo de su autoestima personal. De forma tan enraizada en las estructuras mentales que le hacen pensar que un individuo que usa un saco a cuadros que heredo de su abuelo junto con una barba psicodélica, con un sombrero estrambótico, es un “copado”. Y capaz, que es un simple pelotudo que necesita demostrar algo. Quizás, no. Lo que sí, tengo mis fuertes sospechas de que –este tipo de personas- son aquellas que permiten que el mercado cree, venda y se expanda en productos tan insólitos como “polvo para hornear con sabor a limón y orégano”. Y los culpo, porque solo una persona con un pensamiento tan diminuto puede suplantar en sus comidas el sabor real de dos esencias tan baratas y simples  de conseguir. Es más, el polvo sale más caro que comprar limón y orégano, pero “es copado”. 
Por otro lado, esta “los copados”. Esos individuos que no solo reciben dicha acepción, sino que conocen este hecho y lo fomentan a la vista de la sociedad. Sépalo bien: ¡Desconfió abiertamente de este tipo de individuos!

Primero, porque una persona que es más apariencia que otra cosa, solo puede ser una de dos cosas: un jugador distinto o un vendehúmos. Y la mayoría, se asocia a esa emanación vaporosa.
Segundo, creerse un “copado” por la forma en visto, hablo o muestro que soy, es un indicio de la misma banalidad de quien conceptualiza; quizás, no cae tan bajo y no ingresa en la categoría de consumidor de polvos para hornear “Knorr”, pero anda cerca o pega en palo.
Analicemos la palabra”Copado” para que entiendan mi desconfianza. “Copado” viene de copa, que es la parte superior de un árbol, o una montaña. En el caso de la montaña, suele estar cubierto de nieva. En el caso de los arboles, ya nació arriba y es el detalle estético del crecimiento de un árbol. A nivel social, la palabra “copar” se asocia al acto de ganar un lugar con actitud sea como sea. Ejemplos: “Copar una fiesta”; “Copamos la casa de Juan”; etc. Es decir, el “copado” es una punta cubierta de nieve que cumple una función estética, que nació arriba y-por ende- no se ha esforzado en anda para llegar ahí. Y que –todavía- toma los lugares por asalto. Podría decirse que de “copado”, tiene poco. Es un atrevido con códigos mínimos o sin ellos. Si fuese sindicalista, clavado que responde a la patronal. Si fuese político, cantado que es unos de los más corruptos.
Un momento, para que comprenda, sepa que no digo que todos sean así. Repito, esa cualidad descriptiva que se le asigna solo deja dos resultados: o es hijo de la providencia, el talento y la gran personalidad (individuos de los que se aprende y mucho) o es un vendehúmos, hijo del oportunismo y la banalidad pensante de su público. Por eso, digo sin dudarlo un instante que  dudo y desconfió de aquellos que abiertamente aceptan ser “unos copados”.

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