La
realidad es la imagen interna que nuestra percepción nos brinda a través de
todos nuestros sentidos. Lo que veo,
oigo, toco, siento, huelo es lo que existe. Lo demás no puedo percibirlo y por
lo tanto, no existe -al menos- para mí. Es que no puedo saber que existe, sí no
lo percibo. El propio sistema está y uno puede o no observarlo. Este se encarga
de que veas lo que quiere que veas y lo que no. Ahora bien ¿Qué sucede cuando
las realidades diseñadas entran en conflicto? Nos hacemos conscientes de ello:
la realidad es lo que percibo, es lo que toco, huelo y veo. Y esto es lo que no
pone de relieve Noam Chomsky en su obra “Las armas silenciosas”.
Fue presentido que con
suficientes bases matemáticas y datos, seria tempranamente fácil controlar la tendencia de la economía, así
como predecir y calcular la trayectoria de un proyectil (…) la economía ha
sido transformado en un misil guiado hacia un objetivo.
Noam
Chomsky
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La Hipermodernidad,
es una realidad analizada y desmenuzada minuciosamente, al punto tal, que se
asocian ciencias que parecen ajenas a lo social, al modo en que vivimos a
diario.
Este es el caso de las armas silenciosas, aquellas armas que nos atacan sin hacer ruido, sin que podamos notar su existencia. Pero allí están. En el día a día, bombardeándonos. No son balas, no son disparadas por fusiles. Son sutiles, tanto que ni notamos su existencia. Son las armas de la información y el control sobre ella. Es el modelo que nace en un estudio realizado durante décadas y que abarca tanto dimensiones políticas como sociales y económicas. Una metodología estratégica y táctica desarrollada por las fuerzas militares inglesas; que se consolida en el proyecto “Harvard Economic Research Project”, cuyo propósito era descubrir la ciencia del control de una economía. En principios, la de la economía de Norteamérica para luego controlar la del mundo. Descubrir cómo controlar las tendencias de la economía, así como también predecir y calcular su trayectoria, como si se tratara de un proyectil.
Este es el caso de las armas silenciosas, aquellas armas que nos atacan sin hacer ruido, sin que podamos notar su existencia. Pero allí están. En el día a día, bombardeándonos. No son balas, no son disparadas por fusiles. Son sutiles, tanto que ni notamos su existencia. Son las armas de la información y el control sobre ella. Es el modelo que nace en un estudio realizado durante décadas y que abarca tanto dimensiones políticas como sociales y económicas. Una metodología estratégica y táctica desarrollada por las fuerzas militares inglesas; que se consolida en el proyecto “Harvard Economic Research Project”, cuyo propósito era descubrir la ciencia del control de una economía. En principios, la de la economía de Norteamérica para luego controlar la del mundo. Descubrir cómo controlar las tendencias de la economía, así como también predecir y calcular su trayectoria, como si se tratara de un proyectil.
Es así que se diseñan armas pero que en lugar de balas,
disparan situaciones, propulsadas por el tratamiento de datos. Despidiendo
millones de bytes de informaciones. Un arma que se dispara desde la comodidad
de una casa, de una computadora –la cual suplanta al fusil- maniobrada por un programador, con el mismo
grado de efectividad que el de un franco-tirador. El objetivo de la investigación económica
(llevada a cabo por banqueros y grandes empresarios de las industrias de bienes
y servicios) es el establecimiento de una economía totalmente previsible,
predecible y manipulable. Donde quienes tienen el poder (que no es más que el
dinero) podrán conocer con mucho tiempo de antelación, las situaciones
económicas por venir. Las personas comunes, el público, el hombre trabajador, no
pueden comprenderla. No logra imaginar las dimensiones de esta maquinaria
invisible, por eso no consiguen creer firmemente que están siendo atacados y
sometidos por una estructura que los estudia y analiza cuidadosamente. No saben
cómo conseguir ayuda y mucho menos puede organizarse con otros para defenderse.
Este método armamentístico de avanzada, manipula la
educación de los pueblos, la definición de sus clases sociales y, por supuesto,
el capital monetario de las naciones. Pues un país que no controla su economía,
no puede autodefinirse como tal. Por
ello, la calidad de la
educación dada a las clases bajas siempre es pobre, de modo tal, que se
mantenga y fortalezca la brecha de la ignorancia que aísla las clases bajas de las clases altas. Un arma que no se ve, no
se percibe, no existe. Pero esta arma está, vivaz y elocuente, aunque no
podamos darnos cuenta.
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