EL TEMPLO DE TODOS LOS ISMOS > Mariela Briceño |
Los “ismos” son aquellas pasiones
llevadas al extremo, entusiasmos desmedidos que sumergen al hombre (y a la
mujer, al gay, al transexual pues no distingue sexualidad) en un mar
fundamentalista donde la verdad solo es refutada desde un solo punto de vista:
el del “ismo”. Es un mecanismo, un sistema de adoctrinamiento, de estructuración
para unir pensamientos similares, semejantes; pero –también- es un medio para adormecer,
para banalizar el pensamiento renovador individual, es un modo de acallar, de
silenciar lo distinto… dibujándolo bajo una verdad que -con el tiempo- tiene el
cariz del peso de la universalidad. No digo que no pertenezca a ninguno, pues
vivo aquí, en esta sociedad, en este sistema y es tan difícil no entrar en su
juego. El simple hecho de ser hincha de River, ya me involucra en
fundamentalismo de no ser hincha de Boca. El hecho de creer en la doctrina
peronista, ya me hace alejarme de ciertas tendencias individualistas, pero
también me aleja de cierta crítica al propio movimiento. Es que lo “ismos”, en
definitiva, no son más que un mecanismo de control social. Un método para mantener, para controlar, para vigilar. Son
reglas, códigos, senderos que deben seguirse, pero ningún camino es siempre
igual. Hay caminos de tierra que al pavimentarse mejoran. Y los “ismos”, muchas
veces, prefieren mantener las conciencias más cercanas a la tierra que al
pavimento. Pero no la tierra de las raíces –nada más-, sino a la tierra que
nubla la visión con el viento. La tierra que embarra los zapatos del
razonamiento y lo termina empantanando.
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