Se pone de pie. Observa. Los ojos ciertos, cargados de
tantas mentiras pasadas. Tantas falsedades sin sentido, sin la racionalidad
suficiente que las justifique. Una mirada hacia adentro, hace que se vea el
resto y donde está parado. La soledad es compañía, la compañía ya no es
soledad. Vuelven, retornan esos tiempos en que las palabras cobran más valor.
No pensar, simplemente estar ahí. Junto a esos compañeros del camino. Cerveza
en mano, un vaivén de pensamientos que importan tanto como el hecho de estar
ahí.
Un cigarrillo y el humo esparciéndose por todo el lugar, caras extrañas. La
música de jazz, marcando el tiempo. Un bajo que resuena en las vibraciones de
la tierra. Un viejo amigo, sentado junto a él. Otro viejo amigo escuchando en
su parecer. El sabor de no haber ganado, pero tampoco haber perdido. Un empate
sin sabor amargo, un resultado de esos que te dejan en pie.
Extraños sujetos luchando por encontrarse en la multitud y la quietud; una
dulce y certera quietud, que es tranquilidad, que es deseo concebido; que es
como lo es, siendo en el momento presente. Las fuerzas ya no son las mismas, el
cuerpo no es tan joven y las ganas se transforman. Una chica, una mujer, una
sonrisa. Un conocido, un abrazo y un trago de fernet. Camina entre la gente sin
expectación, solo caminando, rodando en un mar de personas. En cada centímetro,
un mundo. En cada espacio, un modo de ver la vida. En cada cabeza, un planeta
tan distinto que hasta espanta un poco.
Se sienta. No dice nada. Escucha. Se expresa. Cerveza y el humo cubriendo el
aire, otra vez. Sinceridad. Las mentiras se desvanecen. Ya no hay más que ese
espacio. El torrente fluye naturalmente por los cauces de la oscura noche.
- Es tiempo de volver. Mañana será otro día. Hay que descansar. ¿Vamos?
Fotografía: http://ar.fotolog.com/jose_garcia/
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