Ir al contenido principal

Lugares hermosos y accesibles para disfrutar de unas vacaciones en Argentina

Nueve del uno, tan catorce del ocho


I
Hoy es un día de verano pero se parece tanto a uno de agosto. El sol se asoma con esplendor pero no puedo sentirlo brillar. No hay nubes grises en los cielos, solo merodean por mi corazón.
Hoy es nueve de Enero pero es tan parecido a un catorce de Agosto. Otra vez, el tiempo avanza sin pedir permiso. Otra vez, vivo intensamente para luego, en tan solo un minuto, agonizar.

II

Despierto atemoriza en mi presente. Abro mis ojos. Se desangran en llanto. Quiero huir de aquí y no puedo. Quiero huir de aquí y no debo. Quiero besarte por última vez. Pero hacerlo es condenarme a seis meses de triste espera.
Mis lágrimas ya no caen con facilidad. La tinta se esfuma pero no por ello voy a dejar de escribir esta historia.
Después de tanta espera e incertidumbre mi carácter se vuelve tosco para poder, resistir.
III

Te vas pero no te despido en dolor. Una lagrima abra nuestras mejillas, una sonrisa nuestro corazón. Ya no puedo ser cobarde, ya no puedo dejarte ir en llanto, ni guardarte en mi lamento.
Hoy te dejo ir. Pero no te veo partir. Si lo hiciese, mi alma se desvanecería y, con ella, este loco sentimiento que me envuelve.
Te beso, estiro mis manos y ya no pienso más. Vete. Aquí te espero, mi gran amor.

IV

Llegar a casa me urge. La espera me agobia.
El dolor es inminente, pero lo contengo en un esfuerzo incontenible.
Camino las mismas cuadras.
Aquellas que un tiempo atrás me vieron perderme en un rió de lágrimas. Pero hoy no es así. No puede serlo. Me quiero y te quiero a ti, por eso, no quiero, no debo, no puedo despedirte así.

V

Te vas pero quedo sumergido en las noches de pasión desatadas en este lugar;
con tus besos,
una botella vacía de vino
y un gran deseo:
el de volverte a ver.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Leones en Florencio Varela: Una profecia de un futuro inesperado.

En Florencio Varela se encuentran seis jaulas con leones que han sido abandonados por un circo. Nadie se percata que estos animales están perdidos en la intemperie. Luego de unos días, el hambre y la desesperación los ayudara a huir. Así, el león se introducirá en un nuevo ecosistema. Se reproducirá y comenzara a ser cada día mas común en el continente, a tal punto, que Florencio Varela será un lugar peligroso no tanto por “Flagelo de la delincuencia” (como gustan decir algunos sectores sociales para ocultar su indiferencia), sino por que también habrá que tener cuidado con los leones sueltos viviendo en los suburbios del barrio porteño. En los alcantarillado o canales. En principios, se comerán los perros y gatos de la calle o todo aquel animal que encuentren… El hombre dará resistencia por lo que le tendrán miedo. Pero, luego, nos perderán el respeto infundido y aprenderán a casar humanos. Salir de noche y regresar caminando en estados alterados de conciencia serán eventos cargad

La crema de Guddbrandsdalen

Guddbrandsdalen era un lugar donde todos convivían de forma apaciguada. Allí se conquisto la paz y, la misma, tomo la forma de comunidad. Todos en ella, trabajaban en conjunto buscando su propio bienestar. Las personas gustaban de vivir allí por lo que todos sus habitantes se ayudaban entre si. Como una manera de ganarse el pan de cada día, toda la comunidad trabaja para el reino del lejano Pompeyo, lugar al que vendían los productos de su receta más famosa. La misma era un misterio. Sus manos guardaban el secreto. Era única. Por eso, los reyes de todo el mundo la deseaban. Se decía que la misma venia de los propios cielos; en los pequeños pueblos de Pompeyo, se murmuraba que la misma era elaborada con la ayuda de ángeles y que su sabor era el de las propias nubes. Por eso, la llamaban “la crema del cielo”. Los reyes perdidos en sus ostentosas necesidades, querían adueñarse de ella. No soportaban la idea de tener algo tan sabroso al alcance de sus manos y no poder saber como hacerlas

Besos

Hay bocas que al besar, muerden. Y al morder enseñan su fogosa actividad. Otras no entienden y empalidecen en el ritual. Hay labios que miran y excitan. Su solo movimiento nos atrae hacia otra realidad. Hay besos que comen y mastican, tan suave que siempre quieres ser comido. Lo buscas. Hay besos que te agarran desprevenido y te sazonan la razón, dejándote en fuego. Aunque no es solo un beso. Hay otros que se esperan y se piensan; y, aun así, pensados, esperados…nos sorprenden. Lo hacen porque nos dejan sin palabras. Son los besos que tanto pánico les da a los escritores. Esos que no se dejan describir, aquellos que no se repiten, no se entienden y dejan la cabeza en una placentera nulidad. Por eso le temen, porque luego de esos besos, quedan sin ideas, flotando en la boludez, por horas y, quizás, hasta toda una vida.