Cada año está mejor el Encuentro Nacional de Cultura de San Antonio de Arredondo. En su versión número 23, sigue vigente la idea de compartir. Pero compartir de verdad. Dejar la ciudad y conectarse con la tierra. Amigarse con el otro y revalorizar nuestra herencia tanto argentina como latina. Las sierras, el rió, las carpas y la música. Todo hizo que fuese un éxito, en este festival que ahora tiene trascendencia Nacional y, porque no, latinoamericana.
La noche se acerca y la jornada
laboral terminó, pero no es un día más. Es distinto. El momento llegó, y en lo
personal, me consume la ansiedad que -por suerte- es algo natural y no parte de
la sociedad de consumo. Es que llega San Antonio de Arredondo y su Encuentro de
Cultural asaltando el alma, reflotando los más bellos instintos. La energía
vital fluye y uno no puede evitar
inquietarse por participar, porque más que un encuentro donde la música y la
cultura se expresan, es un espacio donde se proponen otras formas de vivir, muy
distintas a las que uno puede ver en los diarios y la televisión. Donde los
valores de cuidar la tierra, recordar que siempre somos un “nosotros”;
compartir y contemplar el presente; disfrutar y ser parte, son una realidad.
La zamba, el violín de los
montes, el baile afro con la tierra, el fernet con coca. La gringa de rulos
delicados, danzando con el negro de frases acaloradas. Las empanadas que no
pude provocar –se desvanecieron-, la humita, el locro. El baile floreciente en
la gente que sonríe y siente, danzan hasta el amanecer. El rio. Y música, mucha
música. Sonando. Creando. Transformando. Existiendo.
Las carpas que ocupan todo el
predio. Las miradas confiadas. La ausencia de la paranoia de la ciudad. La
diversidad de las lenguas. Un trago de vino que se comparte y otra vez a danzar.
Amanece y los artistas se ven por doquier, compartiendo, enseñando,
aprendiendo.
Nacido de un encuentro de amigos, hoy los amigos se incrementan pues son muchos los que tiene fé. Encuentro que hoy tiene aval de la Nación, porque representa a toda esa gente que cree y quiere
creer que un mundo distinto es posible, todos juntos. Mas los curioso. Mas los
primerizos. Las puertas están abiertas, solo hay que animarse a cruzarlas.
Todo eso es lo que deja en un
esta versión numero 23, porque cuando se forma parte de este evento el cuerpo y
la mente se transforma. Solo se da una vez en el año, el segundo fin de semana
de Diciembre, pero que queda en uno durante los siguientes 365 días esperando
su regreso con más sorpresas. El alma queda palpitando por lo vivido.
VIDEO CORTITO DEL ENCUENTRO
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