El tiempo no es nada cuando sientes que tienes todo por delante. Cuando al abrir los ojos, a primera hora del día, sientes dentro, ese cosquilleo llamado juventud. Las horas nuevas, venideras. Repletas de nuevas aventuras. Un día, abres los ojos y ese cosquilleo no se encuentra en su lugar. Esa sensación, no está… pero no te resignas. Sales al mundo con la misma actitud, en busca de recuperarla. No es vano el tiempo que pasa, no es mínima aquella actitud. Aunque tus ojos ya no son los mismos. Sonríes intentando sorprenderte, encontrar lo nuevo, solo para descubrir que ya tienes una rutina y que ese sol que, a veces, no brilla –en realidad- siempre ha brillado. Solo, que estupefacto, ante la falta de esa grandiosa sensación has dejado de ver la luz. Otro día, te acuestas, no puedes conciliar el sueño. Gira y giras, abrazando la almohada. Rascas tu cabeza y luego miras hacia tu ventana. Ese mosquito veranero es un trombón en el silencio de la noche serrana. Sientes hasta el sonido