Ahí
va un pequeño ejercicio de solución aparentemente sencilla: a ver si adivina
usted de qué país y de qué ministro estamos hablando. Las pistas son las
siguientes: había tanta desconfianza en los mercados hacia la solvencia del
país en cuestión, que los rumores sobre la imposibilidad de afrontar el pago de
su deuda eran continuas. Algunos analistas advertían sobre la necesidad de un
rescate y todos respiraron aliviados al conocer el nombramiento como ministro
de Economía de uno de los hombres más respetados en los mercados y el mundo financiero.
Si usted vive en el Cono Sur, es posible que piense que la respuesta es muy
fácil: Argentina en 2001, cuando entregó la política económica al respetadísimo
economista ortodoxo Domingo Cavallo. Pero si es usted ciudadano de la UE es
probable
que
le venga a la cabeza España, que, en diciembre de 2011, confió su futuro al respetadísimo
economista ortodoxo Luis de Guindos. Necesitamos más pistas, pues: se decidió
que lo importante era también transmitir confianza y seriedad empezando por el
propio perfil del ministro y sus rasgos más personales: tenía que ser un
hombre, por supuesto. Y maduro, con 50 años ya cumplidos y calva pronunciada, siempre
impecable en el vestir y en los modos, con las más brillantes calificaciones
académicas en las facultades de renombre dentro de la más estricta ortodoxia
neoliberal, ya sean la Universidad Católica de Córdoba, Harvard o la madrileña CUNEF,
el prestigioso centro universitario creado por la patronal bancaria. ¿Imposible
distinguir aún? Pues vayamos a otro requisito: el ministro debía tener
experiencia probada en el Ministerio. Este sería el mejor seguro ante las
nuevas turbulencias: haber demostrado ya desde la Administración el éxito
empírico de las recetas del neoliberalismo científico. El profesor Cavallo
cumplía el criterio: fue ministro de Economía (1990- 1995) del milagroso
Gobierno de Carlos Menem, que al fi n había llevado, se creía, la prosperidad a
Argentina. Y todo ello apenas seis años antes de su nuevo nombramiento, forzado
por la ruina supuestamente creada por la izquierda en su ausencia. Pero también
encaja De Guindos con la misma literalidad: fue alto cargo económico del
milagroso Gobierno de José María Aznar (1996- 2004), que al fin había llevado,
se creía, la prosperidad a España. Y todo ello apenas siete años antes de su regreso
al Ministerio, forzado también por el desastre supuestamente creado por la
izquierda. Pese a credenciales tan sobresalientes, algunas voces pusieron
pegas: incluso llegaron a señalar al nuevo ministro como responsable, en parte,
de la difícil crisis que estaba llamado a resolver.
A
Cavallo le sucedió: se le reprochaba, por ejemplo, haber sido gobernador del Banco
Central en el tramo fi nal de la dictadura que no solo hizo desaparecer a
decenas de miles de opositores, sino que hipotecó económicamente al nuevo
Gobierno democrático por muchos años. Y también se le acusaba de haber
alimentado con Menem burbujas que tarde o temprano tendrían que estallar. Pero
a De Guindos, también: se le afeó que había sido alto ejecutivo de Lehman
Brothers, uno de los emblemas de las prácticas financieras que han
desencadenado la crisis y precisamente el banco que, al quebrar, metió a la
economía mundial en el bucle del que aún no ha salido. Y también haber
alimentado con Aznar burbujas que tarde o temprano tendrían que estallar. Los
retos económicos del país en cuestión, sin embargo, eran tan hiperbólicos que
el consenso oficial sepultó el debate. En Argentina, el paro rozaba el 20% –el
más alto de América–, la competitividad estaba lastrada por el tipo de cambio
con el dólar, la desconfianza de los mercados agravaban el peligro de
suspensión de pagos, la deuda parecía incontrolable y demasiados interrogantes sobrevolaban
los bancos. Pero es que España afronta problemas casi clónicos: el paro supera
el 20% --el más alto de Europa–, la competitividad está lastrada por el tipo de
cambio del euro, la desconfianza de los mercados agrava el peligro de rescate,
la deuda sigue fuera de control y las dudas sobre el sector financiero no
amainan. La respuesta a semejantes nubarrones solo podía ser radical y esta es quizá
la pista clave para encontrar la respuesta del endiablado ejercicio planteado
por Mongolia. En Argentina, Cavallo presentó cuatro meses después de tomar
posesión el Plan Déficit Cero para reducir drásticamente el gasto y los
servicios públicos y no le tembló el pulso a la hora de imponerlo pese a la resistencia
de las provincias. Pero resulta que a Guindos se le ha ocurrido la misma
respuesta para España: tres meses después de tomar
posesión ha
logrado aprobar la regla del déficit cero y blindarla en la Constitución, lo
que exige drásticos recortes. Y está dispuesto incluso a liquidar las
autonomías que se opongan. Diez meses después de que Cavallo tomara posesión
para calmar a los mercados, Argentina se declaraba
en suspensión de
pagos.
Dentro de siete
meses, se cumplirán diez meses desde que Guindos tomó posesión para calmar a
los mercados y evitar el rescate. En aquel contexto nació en Argentina la
revista satírica Barcelona. En este, nació en España la revista satírica
Mongolia. Argentina encontró una salida: Ezeiza. Y España, puntaba Mongolia en
su primer número, tiene otra: Barajas. Esta era la gran diferencia.
EL GRAN SISTEMA NEOLIBERAL ESTA POR COLAPSAR y ESPAÑA PASARA POR EL MISMO PROCESO QUE PASARON LOS PAÍSES AMERICANOS QUE HAN COLAPSADO A PRINCIPIO DE SIGLOS.
Fuentes:
http://www.revistamongolia.com/wp-content/uploads/Mongolia_Realitynews2_Guindos_Cavallo_-1.pdf
http://eskup.elpais.com/1339511767-b0809404a4c361b4b8460ed66d3e8027
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